80. Introduction
80. Multitudes 80. Automne 2020

Alfabeto de bifurcación – Introducción al número 80 de Multitudes

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Yo soy otra. Soy con. Nacida en Bolonia en 1977 en respuesta a los que excomulgaban a los perros errantes (cani sciolti), a los animadores de Radio Alice y que trataban de “apestados” a las multitudes de marzo, estudié algunas veces en las universidades en caos de los bellos meses de mayo. Leí casi siempre en los reflujos y en los confinamientos que uno se inflige después del trabajo. Manifesté antes que mi nieta del norte, Greta Thunberg, en Seattle en 1999 para recordarles el planeta a los grandes del mundo. Ella logró expresarse en la Tribuna de las Naciones Unidas mejor de lo que nuestros delantales blancos y nuestros capelli bianchi pudieron hacerlo en la cumbre de Génova, y estoy orgullosa, porque eso ocurrió sin muertes ni violencia.

Estuve en las calles de Porto Alegre para decir que otro mundo es posible, en la América Latina de los “vencidos”, en el Túnez de las revueltas, la Argelia del Hirak, y en muchos otros lugares del África ensangrentada por la esclavitud.

Mi madre abrió el ataúd de Emmet Till en 1995, yo estuve en Los Ángeles en el 1992, en Clichy en el 2005 así como en Minneapolis en el 2020, y me obstino en pedir justicia para Adama Taoré, para Zyed y Bouna, así como para todas las minorías, los márgenes actuales y a venir. Creo que todas las vidas cuentan, y que la materia de las vidas negras porta hoy en ella el espíritu de las vitalidades comunes.

Yo soy, somos, una, un, otras, otros. Soy múltiple, soy con. Con las trabajadoras visibles e invisibles que se ocupan del cuidado en todas partes, en los hospitales, en los hogares, en las asociaciones, en los territorios -incluso en lo que éstos pueden tener de “sin tierra”. Decodifiqué códigos junto a los hermeneutas del software libre, encripté los mensajes a Hong Kong o Wuhan para no hacerme “corregir” por ningún Tsar de la Red. Yo he avanzado enmascarada desde hace mucho tiempo.

Renazco con aquellas y aquellos que quieran de mí. Me reconozco en todo lugar donde circula virus, en sentido literal o figurado. Fénix no tiene género, o bien los tiene todos y todas, hablo en femenino, pero evoco el Covid porque los usos de las multitudes priman por sobre los decretos de las Academias.

“Debilidad o fuerza: aquí estoy, es mi fuerza. No sabes ni dónde vas ni por qué vas, entra en todas partes, responde a todo. No te matarán más que si ya fueras cadáver.”

En la morgue de Bérgamo, en los camiones frigoríficos de Nueva York. Gracias Rimbaud, en estos tiempos en que la muerte merodea.

En otros tiempos el virus parecía ser el colmo de la subversión frente a un capitalismo bacteriano. A Multitudes también le gustaba el contagio viral. Lamentablemente, la finanza -que sabe monetizar el futuro- clonó los virus y los medias. A mí también la belleza me pareció de repente amarga y la injurié. Una temporada o una generación en in-falsa-mación. Un festín de intoxicaciones del que me sacié. ¡Más liviana que un corcho, bailé sobre las fakes!

No soy médico ni decisora de nada, sino enfermera o auxiliar de vida en tiempos en que una gripe colérica nos chupa el aire hasta la muerte y termina por ahogar nuestras neuronas cuando nuestro sistema inmunitario sobre-reacciona, amarga ironía. Neuronas, mis queridas neuronas, ¿Qué le pasa a mi inteligencia colectiva en este espejo mediático? Tengo más recuerdos que si tuviera mil años, más imágenes en un grano de arena de la web que en todo el archivo del mundo.

Había quedado deshecha en Chernóbil, Fukushima, devastada después del fracaso de Copenhague, de las promesas parisinas susurradas en la Cop 21, de los incendios en el Amazonas armados por Bolsonaro, de los Bhopal repetidos en la India, en China o en otras partes. Me tomé el cloro idiota del bufón de Trump.

Llegó el nano-bicho del SARS-Cov2 o Covid-19. Quedé en estado de sideración ante esta eco-epidemia que entreteje tráfico de animales salvajes, deforestación, hambre de carne de nuevos ricos, con el salto del animal al hombre, el infierno artificial de lo que nombramos “nuestra naturaleza”. Estupefacta de que el bicho lograra provocar la parálisis o el hipo prolongado del sobrecalentamiento económico que contemplábamos impotentes.

Vi a los ciervos reocupar urbanizaciones, a las cabras pastar en arbustos de casitas inglesas, pude escuchar nuevamente a los pájaros, vi a las abejas volver a hacer miel a profusión. Pero esos íconos son amargos. Le creí más a la China y a la India que respiraron de pronto junto a mí en las ciudades.

Yo estoy con, pero estoy también a medio camino.

¿Qué es lo que está pasando aquí, tan tarde? ¿Dónde estamos y quiénes somos? ¿Compañeros de la multitud de los futuros? ¿Qué caminos, qué rotondas tomaremos? ¿Qué encrucijadas nos bifurcan? Un niño ríe, ¡Gira alrededor nuestro! ¿En medio de los presentes, de los regalos, de los venenos-remedios? ¿Tendremos al final de los festines rematados que pagar la factura del pasado? En los albores de un otro tiempo ¿Qué incógnito habitamos ya sin saberlo?

Necesitamos una ciencia alegre. Una lucidez ácida, una orgullosa imprudencia. ¡Buenas noches tristeza! Acoger las bifurcaciones: hago de lo que pasa lo que quiero advenir. Más suave que la pulpa de manzanas maduras para los niños. Mi rueca hiladora sabe bloquear el huso de los relojes sin pinchar a la bella durmiente. Mi delantal de mecánica de engranajes está lleno de cuñas. Yo manejo los trinquetes como si fueran matracas para alejar a los gruñones de los retornos a un como antes.

Tengo chipe libre para una partida de juego que ninguna Inteligencia Artificial podría ganar, porque sólo se juega una vez. Sus reglas cambian mucho más que el río de Heráclito. Para la ochenteava revolución de la revista Multitudes – ¡Ay, el gusto por los cumpleaños sin hogar de reposo! – (me) manifiesto en estos tiempos de amor a la vida en tiempos del Covid-19, que convierto en mi Covida80.

Invité para ello, sin mucho trámite, a juegos de palabras ágiles, a ping-pong de entradas, a mis amigas Thierry Bardini, Thierry Baudouin, Romain Bigé, Nathalie Blanc, Leila Bordreuil, Fréderic Brun, David Christoffel, Yves Citton, Michèle Collin, Priscilla De Roo, Léna Dormeau, Giuseppe Cocco, Alexandre Gefen, Maël Guesdon, Luc Gwiazdzinski, Aliocha Imhoff, Stéphane Jouan, Ariel Kyrou, Gaëtane Lamarche-Vadel, Sandra Laugier, Erin Manning, Brian Massumi, Alexandre Mendes, Anna Louise Milne, Pascale Molinier, Yann Moulier Boutang, Kab Niang, Julie Peghini, Léo Pinguet, Anne Querrien, Kantuta Quirós, Ulysse Rabaté, Philippe Rahm, Jacopo Rasmi, Barbara Szaniecki, Monique Selim, Myriam Suchet, Peter Szendy, Sébastien Thiéry, Thomas Vauthier, Patrice Yengo…

¡Hipócritas lectoras, mis semejantes, hermanas mías!

Traducido por Millaray Lobos Garcia